Sunday, December 19, 2010

"Las Plumas"


Había una vez un hombre que calumnió grandemente a un amigo suyo, y todo por
la envidia que le tuvo al ver el éxito que había alcanzado. Tiempo después
se arrepintió de la ruina que trajo con sus calumnias a ese amigo, y visitó
a un hombre muy sabio a quien le dijo: “Quiero arreglar todo lo que hice,
¿como puedo hacerlo?”, a lo que el hombre sabio respondió: “Toma un saco
lleno de plumas ligeras y pequeñas y suelta una donde quiera que vallas”. El
hombre muy contento por aquello tan fácil tomó el saco lleno de plumas y en
el cabo de un día las había soltado todas. Volvió donde el sabio y le dijo:
“Ya he terminado”, a lo que el hombre sabio contestó: “Esa era la parte
fácil…ahora debes volver a llenar el saco con esas mismas plumas que
soltaste, sal a la calle y búscalas”. El hombre se sintió muy triste pues
sabía lo que eso significaba, y no pudo juntar casi ninguna. Al volver el
hombre sabio le dijo: “Así como no pudiste juntar de nuevo las plumas que
volaron con el viento, así mismo el mal que hiciste voló de boca en boca y
el daño ya está hecho. Lo único que puedes hacer es perdirle perdón a tu
amigo, pues no hay forma de reversar lo que hiciste”.
De su Amigo y Siervo:Henrique

Sunday, December 5, 2010

"Puedes se un héroe"


El hombre espera en la quietud de la celda. Una molesta gotera golpea sobre la áspera piedra. El calor es agobiante y denso, pero a esta altura de las circunstancias, la temperatura es lo que menos importa. Las moscas lo invaden todo sin piedad, pero no tiene sentido espantarlas; al fin y al cabo, pueden llegar a ser la única compañía digna de apreciar. Los demás presos observan al hombre con recelo. Acechan. Para ser honesto, los últimos meses fueron pésimos para el callado prisionero. Sus hermanos lo odian con toda el alma y le tendieron una trampa; una clásica rencilla familiar que terminó en tragedia, en viejos rencores arraigados.

El hombre es apenas la sombra de aquel muchacho que solía lucir un impecable traje de marca italiana, con un delicado toque de perfume francés. Ahora viste harapos, una suerte de taparrabo. Se comenta en la celda, que está marcado por la desgracia. Pudo haber sido libre, llegó a trabajar como mayordomo para un importante magnate. Pero los comentarios afirman que quiso propasarse con la bellísima mujer del millonario. En su momento, negó la acusación, pero «no pretenderá que creamos que fue ella quien lo acosó sexualmente», opinan.
«Si fuese como él dice, debió haberse acostado con ella», afirma un viejo recluso apodado «el griego», «una noche de lujuria le habrían otorgado su pasaporte a la libertad».

El misterioso hombre sigue recostado sobre una de las paredes sucias de la prisión. Parece que supiera algo que los demás ignoran. Como si tuviese un hábil abogado que apelará su condena, o como si presintiese que la muerte está cerca y le aliviará tanto dolor injusto. Sonríe en silencio, sin alboroto. Técnicamente está muerto, sin esperanza.

Pero ya no siente el calor ni le molestan los grilletes. Es como si pudiese ver tras los enmohecidos muros de la celda. Los demás presumen que está al borde de la locura. Pero el hombre espera como aquel que sabe que aún puede cambiar su estrella. Toma la celda como parte del plan, como el último escalón hacia el destino.

Las chirriantes puertas de acero se abren de golpe y dos guardias entran en escena. Buscan al hombre. Unos de los guardias tiene una voz gutural: «Faraón quiere verte, ha tenido un sueño y dicen que tú sabes revelarlos».
El prisionero no se sorprende. Sube los peldaños que lo alejarán para siempre de la celda, en silencio.
Reclusos, observen la espalda de este hombre, contémplenlo mientras se aleja. Si tienen la fortuna de estar vivos, la próxima vez que lo vean, lo encontrarán con vestimenta de rey, lucirá como Faraón. El magnate maldecirá haberlo despedido. La mujer confesará que lo acusó por despecho, injustamente. Y su familia se arrojará ante él, para implorarle misericordia. Los presos lo convertirán en leyenda.
«Yo lo conocí cuando era un don nadie, y se sabía que iba a llegar lejos, siempre lo supe», alardeará y mentirá «el griego».
José gobernará la nación, ocupará el sillón presidencial y administrará los graneros de Egipto. Aprenderá a ganar, experimentará el sabor de la victoria.
Recuerda: puedes ser un héroe.

De su Amigo y Siervo:Henrique

"Editando la vida"


Debemos
editar lo bueno que nos pasa, llenarnos de fe, recordar todo lo que
Dios ha hecho en nuestra vida. Yo provengo de un Dios que me ha
enseñado a editar bien. Si en algún momento de tu vida te cuesta editar
una parte positiva, ve al pasado cuando Dios ha obrado y si lo hizo
antes, lo hará de nuevo. En los cielos no ven las partes negativas de
tu vida si las has cubierto con la sangre de Jesús. Dios tiene un
estudio de edición y El quiere que tú también edites tu vida. Si Dios
recuerda sólo tus cosas buenas, quién eres tú para recordar lo malo?

Dios
quiere que redirecciones tu vida y la de tus descendientes. Es
importante que veas lo que Dios ha hecho en la vida de tus hermanos
espirituales, eso alimenta tu fe, y si Dios lo hizo con ellos, lo hará
contigo. Establece un nuevo parámetro en tu vida. Durante años quise
cambiar a mi padre, mi pasado, tener una máquina del tiempo para
regresar y cambiarlo, pero eso es imposible. Lo bueno es que nada nos
impide cambiar el futuro. Si corro bien la carrera, mis hijos tendrán
una vuelta menos que dar. Tira todo lo que no sirve, quita todo lo que
hace que la vida te sea tan densa. Aprovechemos la vida, para que nos
alegremos de nuestra juventud. Mira hacia el futuro y deja ir el
pasado.

De su Amigo y Siervo:Henrique

Piense,Medite!


Esta es la historia de un muchacho que tenía
muy mal carácter. Su padre le dio una bolsa
de clavos y le dijo que cada vez que
perdiera la paciencia, debería clavar un
clavo detrás de la puerta. El primer día, el
muchacho clavó 37 clavos detrás de la
puerta. Las semanas que siguieron, a medida que el aprendía a controlar su genio,
clavaba cada vez menos clavos detrás de la
puerta.

Descubría que era más fácil controlar su
genio que clavar clavos detrás de la puerta.
Llegó el día en que pudo controlar su
carácter durante todo el día.

Después de informar a su padre, este le
sugirió que retirara un clavo cada día que
lograra controlar su carácter. Los días
pasaron y el joven pudo finalmente anunciar
a su padre que no quedaban más clavos para
retirar de la puerta.

Su padre lo tomó de la mano y lo llevó hasta
la puerta. Le dijo: “has trabajado duro,
hijo mío, pero mira todos esos hoyos en la
puerta. Nunca más será la misma.
Cada vez que tu pierdes la paciencia, dejas
cicatrices exactamente como las que aquí
ves.”

Tú puedes insultar a alguien y retirar lo
dicho, pero la cicatriz puede perdurar para siempre. Hay un solo camino para cerrar las heridas. Requiere arrepentimiento de parte del que ofende y perdón de parte de la persona lastimada. Este perdón solamente es posible, si ambos, primero fueron perdonados por Dios.
Piense,Medite.
De su Amigo y Siervo:Henrique

Friday, December 3, 2010

"Las Excusas"


1. Considerarse indigno

La primera respuesta de Moisés frente al llamado de Dios fue que él no era digno por sus faltas y debilidades. Como él también nosotros nos creemos indignos de ser llamados para cumplir ese propósito.

“11Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya al Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?”. Éxodo 3.11

2. Temor al rechazo

“1Entonces Moisés respondió y dijo: Ellos no me creerán, ni oirán mi voz, pues dirán: No se te ha aparecido Dios”. Éxodo 4.1

Moisés tenía temor que el pueblo de Israel lo rechazara y no lo escuchara. El rechazo es parte del éxito, y por eso, no todo el mundo nos va a recibir. Algunos nos van a rechazar.

3. La excusa de la incredulidad

La tercera excusa de Moisés frente al llamado de Dios fue la duda de su llamado. Él pensó que el pueblo de Israel no le iba a oír ni a creer.


4. La excusa de no poder hablar

“10Entonces dijo Moisés a Dios: ¡Ay, Señor! Nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes ni desde que tú hablas con tu siervo, porque soy tardo en el habla y torpe de lengua”. Éxodo 4.10

La respuesta de Dios a Moisés fue:

“11Y Dios le respondió: ¿Quién dio la boca al hombre? ¿O quién hizo al mudo y al sordo, al que ve al ciego? ¿No soy yo Dios?”. Éxodo 4.11

5. La excusa de la inferioridad

“13…¡Ay, Señor! Envía, te ruego, por medio del que debes enviar.” Éxodo 4.13

A veces, le sugerimos a Dios que mejor envíe a otro, que en nuestro concepto, está más calificado que nosotros. Esto no es de quien corre sino del que Dios tiene misericordia.


La pregunta que yo le hago hoy es: ¿Cuál es su excusa frente al llamado de Dios? ¿Cómo le responderá al Señor cuando lo llame? ¿Está dispuesto a poner algo que usted ama en el altar?

¡Sacrifique!